Otro verano más sin enfermeras suficientes


Publicado el 10/07/2019, en Actualidad. Sin comentarios

Otro verano más sin enfermeras suficientes

Como cada año, el verano se instauró de golpe y ha traído lo de siempre… calor, ganitas de vacaciones, procesos gastrointestinales y lo más temido para los enfermeros y enfermeras de nuestro país: los cierres de camas, la falta de sustituciones, las urgencias colapsadas y el pensamiento recurrente antes de entrar a trabajar “dios mío a ver qué me encuentro en el turno de hoy”.

Esa es la realidad para miles de enfermeras que año tras año “sufren” las vacaciones durante dos meses (eso contando con que ellas puedan irse el tercero). Y digo sufren porque ellas saben muy bien lo que significa el verano. Saben que si cierran su planta se tendrán que ir a otra (o a otras) a sustituir a compañeros y tendrán que adaptarse aceleradamente a los protocolos y patologías que se traten en esa nueva unidad. Saben que, además, teniendo mucha suerte habrá compañeras nuevas que no conozcan el hospital y a las que tendrán que apoyar aunque ellas mismas sean también nuevas en la unidad.

Saben que habrá habitaciones que se dupliquen y se tripliquen y saben que en su nueva unidad no va a haber más enfermeras de las que hay, al contrario, saben que habrá incidencias que no se cubrirán porque no hay suficientes enfermeras.

Lo peor de todo es que saben que les toca otro periodo de trabajar bajo una presión imposible en la que se dejarán la piel para cuidar a sus pacientes todo lo mejor que puedan sin dejar de lado lo urgente e imprescindible pero sin poder hacer el trabajo dedicando el tiempo que ellas quieren y saben que deben dedicar para dar a sus pacientes la atención que se merecen.

Saben que acabarán “discutiendo” con sus compañeras de Urgencias porque como estarán colapsadas, porque cada verano pasa igual, van a intentar subir los enfermos a planta y, aun entendiéndolo, se ven desbordadas porque están en ella al 100% de ocupación.

Y se les pasará el enfado porque saben que las compañeras y compañeros de Urgencias no dan abasto para lo que les entra, que están saturados porque, aunque un gran porcentaje de lo que les entra no es urgente, tienen que atender a todos los pacientes.

Porque esa es otra, los ciudadanos usamos y abusamos de las urgencias. Como tenemos la sensación de que es “gratis” somos incapaces de dar un mínimo de tregua de espera a la evolución natural de cualquier mínimo malestar y así (como denuncian frecuentemente los compañeros de Urgencias), acuden porque han leído en internet que su síntoma (tratable con un simple paracetamol, o más fácil, dejando de jugar con la Tablet más de tres horas seguidas), es un síntoma de tumor cerebral.

Es en esos momentos cuando las enfermeras de urgencias, aun gustándoles su trabajo, envidian a las compañeras de atención primaria sin saber que estas últimas, en la mayoría de los casos, para poder irse de vacaciones, como tienen aún menos sustituciones que en los hospitales, tienen que asumir los cupos de los compañeros que se han marchado y están tan sobrecargadas como ellas y encima andan de acá para allá, agobiadas, y viviendo situaciones tan surrealistas como las que denunciaba Daniel Acosta, médico de Urgencias de Navarra, del paciente que llama a urgencias del centro de salud para que vayas a verle porque está muy mal y que al llegar al domicilio no está porque «¡¡¡se ha ido hacer recados!!!» o como a mí misma me ha ocurrido, porque “se ha ido a misa”.

Debemos educar a la ciudadanía y seguro que si lo conseguimos lograremos disminuir porcentualmente la saturación de algunos de nuestros servicios sanitarios, pero aún más debemos ilustrar a nuestros políticos para que sean conscientes de la realidad que viven los y las profesionales. Yo les invitaría a pasar una semana de trabajo en cualquier centro sanitario de nuestro país. Estoy segura que su percepción cambiaría y harían algo para paliar las maltrechas plantillas de enfermeras de nuestro Sistema Nacional de Salud.

Al final el verano lo único que hace es resaltar las carencias perpetuas de una sanidad que se acaba manteniendo a flote por la profesionalidad y empeño de los que trabajan en ella y creen firmemente en algo que en otras esferas se olvida: que los pacientes y su bienestar es la prioridad.

La pena es que si nada lo remedia este verano será igual que los anteriores y al final del mismo tendremos enfermeras exhaustas que lamentan no disfrutar sus vacaciones en octubre pare reponerse del verano. La esperanza: que el próximo verano esté aprobada la ley de ratios enfermera y en cada centro sanitario de nuestro país haya un número máximo de pacientes por enfermera. Con ella muchas de las carencias que se repiten cada verano dejarían de producirse y conseguiríamos lo que más nos preocupa: garantizar la seguridad de nuestros y nuestras pacientes.





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