Debemos ser parte activa de la (r)evolución de la Enfermería


Publicado el 11/05/2018, en Colaboraciones. Sin comentarios

Mi nombre es Javier Pertíñez y soy enfermero en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Universitario Santa Cristina de Madrid.  Nuestra Unidad comenzó su actividad en el año 2012. Para esta especialidad se requirió una formación específica con la que, por ejemplo, adquirimos destrezas para conseguir un buen control de síntomas, llevar a cabo el apoyo destinado a evitar el duelo patológico, huir del encarnizamiento terapéutico y lograr la educación de los familiares.

Javier Pertiñez, enfermero de Cuidados Paliativos

Actualmente, los Cuidados Paliativos no constituyen una especialidad reconocida y, sin embargo, su necesidad radica en que quizá no exista un momento tan poco tratado y, pese a todo, tan inevitable, crucial, humano y requerido de cuidados como el final de la vida.

Nuestra herramienta estrella es el Equipo Multidisciplinar: es en este ámbito donde queda patente que entre todos somos profesionales necesarios e interdependientes y donde, concretamente, se valora la aportación de conocimientos y las decisiones de enfermería.

El Equipo Multidisciplinar se reúne regularmente. En estas reuniones se analiza cada paciente y cada familia, para atender a las necesidades específicas de cada uno dentro de su propia esfera bio-psico-social.

En nuestra unidad la enfermera atiende al paciente para darle apoyo y controlar sus síntomas. Es importante destacar que esta atención no olvida la figura del familiar/cuidador, con la que el paciente debe formar un binomio indivisible: más allá del continuo asesoramiento y orientación, en la unidad también se trabaja con el familiar/cuidador para favorecer su respiro en caso de sobrecarga y/o claudicación.

Otro de los recursos creados en la Unidad de Cuidados Paliativos es la Escuela de Cuidadores, docencia organizada y llevada a cabo por Enfermería. En ella se informa a los familiares acerca de qué son los Cuidados Paliativos y se instruye en habilidades para la interacción con la persona dependiente tanto durante el ingreso como, en caso de alta, en el domicilio; también indagamos en los casos de conspiración del silencio, desmitificamos falsas creencias en Cuidados Paliativos y generamos debate y grupo terapéutico entre los propios familiares asistentes. En este contexto, los familiares-cuidadores participan en el tratamiento del paciente y  en la toma de decisiones: decir que esta labor de involucrar a los familiares en el proceso de cuidado es parte indispensable del papel enfermero.

En mi opinión, hay mucho por hacer para romper con los odiosos estereotipos que la Enfermería viene arrastrando desde hace décadas, empezando por hacerla visible como profesión y reivindicando sus competencias; hacernos valer como enfermeros y dejar claro que ya no somos ATS, practicantes o meros ayudantes.

A nuestra unidad han llegado centenares de felicitaciones de familias que han pasado por aquí. Gran parte de este reconocimiento deriva del aprendizaje que han experimentado acerca de lo que es en realidad la Enfermería. Lejos de lo que se piensa en la calle y que se limita a pinchazos, extracciones, técnicas y la tan errónea visión del enfermero subordinado al médico, se percatan de que nuestra labor es amplísima y que engloba docencia, investigación y asistencia no sólo a los pacientes sino también a sus familiares; y todo ello desde la autonomía en la práctica de nuestros cuidados.

Para romper con los estereotipos también es fundamental huir del machismo que mancha nuestra profesión, disciplina y ciencia sobradamente preparada para ejercer cargos de dirección, gerencia y política. Es, además, primordial exigir nuestro derecho al reconocimiento del ejercicio de las especialidades de Enfermería, al igual que se hace con otras profesiones sanitarias ante las que no debería existir ningún agravio comparativo.

Por otra parte, es necesario que en nuestro colectivo también seamos conscientes de nuestras capacidades y hasta dónde podemos llegar. Apelando al lema “juntos sumamos más”, debemos mantenernos unidos y dejar de ponernos palos entre las ruedas. Hay que huir de la rutina asistencial que nos devora y apostar por innovar, investigar, incluir la evidencia científica en nuestra práctica diaria y actualizar nuestros conocimientos: el “aquí siempre se ha hecho así” ya no puede valer más. La investigación supone nuestro legado y constituye una parte de nuestro trabajo que trasladaremos a nuestros compañeros para conseguir siempre unos cuidados de calidad en continua evolución.

Los estereotipos también se rompen así: haciendo Enfermería visible, midiendo y evaluando nuestras intervenciones, estableciendo resultados y difundiéndolos en publicaciones, congresos y jornadas. Para ello, la ayuda desde el ámbito gestor es indispensable, pues deben facilitarnos el acceso a la formación, a la investigación y a esa divulgación de resultados e interacción con otras disciplinas.

Y, por último, hay que indagar por dónde se mueve realmente la sociedad a la que cuidamos en el siglo XXI y sacar partido del mundo digital y las redes sociales, procurando ser parte activa. Enfermería también se mueve aquí: personalmente, desde hace un tiempo escribo el blog “Reflexiones de un enfermero” donde doy mi visión particular de nuestro trabajo. También participo en redes como Instagram o Twitter para difundir conocimientos enfermeros y enriquecerme con las experiencias de otros compañeros y, por supuesto, de los pacientes, que ante todo son personas con muchísimo que aportar.

Tras hacer este repaso de lo que considero es actualmente la labor enfermera, ¿hay una realidad más alejada del estereotipo que todo esto?

En definitiva, debemos ser parte activa de la (r)evolución de la Enfermería, porque como decía nuestra querida Florence Nightingale: “lo importante no es lo que nos hace el destino, sino lo que nosotros hacemos de él”.





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