La bondad y la humanización de los cuidados, claves para las enfermeras

Es agosto y me dirijo en autobús hacia el sur, hacia esa zona de costa donde espero se haga más llevadero y soportable el calor estival.

Ese día decidí no coger el coche por varias razones; en primer lugar, porque no me apetecía conducir y a eso se añadía que al lugar donde iba era difícil encontrar aparcamiento, así que decidí coger el autobús.

Desde pequeña, al subir en autobús o cualquier transporte público me llamaba la atención el comportamiento de la gente que iba allí.

Observaba lo diferente que somos los seres humanos; imaginaba qué vida podría haber detrás de cada persona o hacia dónde se dirigían, si les esperaba alguien a su llegada, a qué se dedicarían. En definitiva, lo que llamo observar desde “el teatro de la vida”.

Y al coger ese autobús este verano me transportó a la época donde viajaba y me movía en ciudad en transporte público (cosa que aún, hoy en día, sigo haciendo).

En aquel autobús viajaban personas de diferentes razas, culturas, edades, no sé si religiones, pero sí una gran diversidad de personas.

Unas leían un libro, otras miraban y escribían con el móvil sin apenas comunicarse con su familiar que iba sentado al lado, otras parejas se miraban enamoradas, otras bostezaban, otras se rascaban los ojos de cansancio o sueño, otras miraban por la ventana y otras, incluso, discutían.

Sí, discutían y manoteaban sobre la política, la guerra, la violencia de género, discutían con sus hijos diciéndoles que estuviesen sentados y no molestasen, discutían por el móvil…

Discutir era la finalidad de algunas de las personas que observaba.

Me producía malestar físico y emocional el bullicio y la voz tan exaltada de algunas personas mientras pensaba: “con lo bien que se está en silencio disfrutando del paisaje o descansando».

Me llamaba la atención cómo, en general, tenemos tendencia a estar la mayor parte del día enfadados con los demás e incluso con nosotros mismos sin motivo aparente.

¡Qué desgaste de energía!

Me molestaba cómo la gente comentaba unos de otros, cómo se hacían comentarios sobre lo «mal que está el mundo» o del tipo «la vida está muy mala».

Hoy 13 de noviembre, Día Mundial de la Bondad, me cuestiono por qué no somos capaces de ser como la propia palabra indica, más bondadosos, más generosos, más sencillos, más humanos.

La bondad en sí misma ya nos produce una sensación de bienestar, de tranquilidad, de paz interior.

De hecho, hay estudios que demuestran que ser amables nos ayuda a vivir más tiempo y mejor.

Daniel Esleer, un antropólogo, Doctor en Historia y profesor en la Universidad de California, junto con su equipo analizó cómo se puede motivar a las personas para que sean amables simplemente presenciando actos de bondad.

Aprendamos a tomar cada día como hábito realizar actos de bondad e incorporarlos a nuestro día a día.

En nuestra profesión enfermera juegan un papel muy importante la bondad y la humanización de los cuidados de nuestros pacientes.

Cuidados solidarios, dignos, con respeto y empatía.

Ser bondadosos es ser coherentes con nosotros mismos; es respetar los valores de los pacientes y sus decisiones, respetar su espacio, hacerlos partícipes de su proceso.

Aprendamos a contemplar, dar a los pacientes una atención desde un punto de vista holístico, tratándolo desde sus distintas dimensiones de la salud: salud espiritual, emocional, física, social y ética.

Contemplar al paciente como un todo, como un ser complejo lleno de dudas, de desconfianza, de temor, de miedos. Un ser vulnerable y frágil.

Nos pondremos en su mismo nivel, de tú a tú, de igual a igual, de vulnerable a vulnerable.

Transmitirles confianza acercándonos a ellos ya sea a través de un contacto físico, una sonrisa, una mirada.

Todos estos gestos van a sanarle y van a aliviar su angustia, su dolor, su sufrimiento y desesperanza.

Que el paciente se sienta escuchado.

En nuestra profesión el ser bondadoso no resta profesionalidad, al contrario, tiene valores añadidos en la humanización de la asistencia sanitaria.

Si hay humanización se garantiza la seguridad del paciente y la satisfacción del profesional.

Este 13 de noviembre vuelve a ser un día especial. Es el Día Mundial de la Bondad, palabra que me llena, que incorporo en mi vida y me enriquece.

Feliz Día Mundial de la Bondad.

Ana R. Cuesta.

No nos da igual

Aunque hay disparidad al respecto, parece que celebrar el Día Internacional de la Enfermera el 12 de mayo es relativamente reciente ya que, aunque el CIE propuso celebrar el día de la enfermera titulada en 1965, no fue hasta 1974 cuando se empezó a celebrar en ese día.

De aquel hecho, estamos a punto de cumplir casi 50 años en los que las enfermeras seguimos apostando, de manera sistemática, por la salud de las personas, como así lo demuestran cada uno de los lemas utilizados para celebrar nuestro día a lo largo del tiempo.

Si algo reivindicamos las enfermeras es nuestra aportación a la salud de las personas en todas las etapas de su ciclo vital y en todos los ámbitos en los que como profesionales nos desarrollamos: prevención, educación, atención sanitaria, docencia, investigación, gestión, etc.

Y si en algo también coincidimos las enfermeras es en que No Nos Da Igual ni cómo se realiza esa aportación a la salud ni cómo se nos percibe como profesionales.

  • No nos da igual que nuestros centros sanitarios, por sistema, tengan plantillas de enfermeras raquíticas, que apenas si llegan a cubrir las necesidades básicas de nuestros pacientes, así que ya de excelencia de cuidados con el tiempo necesario para realizarlos, ni hablamos.
  • No nos da igual ser conscientes de que podríamos aportar mucho más a la salud de la ciudadanía y que no lo hacemos porque la sobrecarga laboral no nos lo permite.
  • No nos da igual no conocer a nuestros pacientes porque a las enfermeras nos mueven de allá para acá, unas veces por contratos de duración ridícula, y otras por, en muchos casos, incomprensibles movimientos entre unidades.
  • No nos da igual que la administración se aproveche de nuestra profesionalidad y logre que, por no dejar mal atendidos a nuestros pacientes, hagamos más horas de las que debemos, sin reconocerlo ni agradecerlo.
  • No nos da igual que, por un sistema que es incapaz de dar una atención segura y de calidad, los ciudadanos lo paguen con nosotras y nos insulten o nos agredan físicamente.
  • No nos da igual que sigan perdurando estereotipos arcaicos, retrógrados y sexistas de nuestra profesión que no nos benefician ni como profesionales ni como personas.
  • No nos da igual seguir teniendo que luchar, por ser enfermeras, para romper techos de cristal que otras profesiones, con las mismas horas de formación, no tienen.
  • No nos da igual que mientras otras profesiones, con riesgos laborales incluso menos perjudiciales que los nuestros, tengan acceso a la jubilación anticipada y nosotras no.
  • No nos da igual que, como enfermeras, no se sepa que somos profesionales con, al menos, cuatro años de formación universitaria y que ser enfermera es mucho más que vocación.
  • No nos da igual que no se sepa que la enfermera tiene una amplia formación general y específica, que podemos llegar a ser doctoras y que cada una de nuestras acciones está sustentada en el conocimiento y la evidencia científica.
  • No nos da igual que no se tenga en cuenta que cada día de nuestro trabajo nos enfrentamos al sufrimiento de las personas y que ese sufrimiento deja huella en nosotras.
  • No nos da igual que se valore a nuestra profesión cuando todo está negro pero que se vea relegada e invisibilizada, aunque nosotros sigamos trabajando igual cuando las amenazas palpables desaparecen.

Y sobre todo, no nos da igual que tú, persona que necesitas los cuidados de una enfermera, no los tengas porque la sanidad ya no es una prioridad.

Son muchas cosas las que no nos dan igual, pero si alguna destaca es que nos importan las personas a las que cuidamos y a las que queremos cuidar, en condiciones laborales y profesionales adecuadas, para que su salud sea la mejor en todo momento. Porque somos enfermeras y enfermeros y esas personas nos importan. Porque no nos da igual, ni tu salud ni nuestra profesión.

Feliz día de la Enfermera 2023

Mujer enfermera / enfermera mujer

Otro 8 M más a la espalda con la triste sensación de estancamiento en la visibilidad social de nuestra profesión y de nosotras como mujeres.

La verdad es que me molesta mucho ser tan pesimista. Me gusta agarrarme a cualquier indicio que muestre que evolucionamos, que dejaremos una sociedad más igualitaria a nuestras hijas, una sociedad en la que ellas no deban luchar como nosotras para que se reconozca en primer lugar nuestra valía como mujer y lo que ese valor añadido aporta a nuestra profesión de enfermera. Pero no acabo de encontrarlo.

Soy una mujer enfermera que se siente muy orgullosa de ser enfermera mujer, aunque ello me ponga en situaciones, ridículas en este siglo XXI, como lo es que, si voy con un sanitario, por el hecho de ser él hombre, se le atribuya, casi de manera automática, más capacitación y categoría profesional que a mí.

También es ridículo, en este siglo XXI, en el que nos duele la boca al hablar de igualdad, de derechos y de reconocimientos, que se suponga que, porque soy mujer, soy enfermera puramente vocacional, sin contemplar que para estar donde estoy he estudiado en la universidad y que si sé ser enfermera, lo es por la formación que tengo, porque la vocación, que bienvenida sea y que también la tengo, no es la que me da las herramientas para desarrollar mi trabajo con la capacitación y cualificación que mis pacientes necesitan.

Y lo que es peor, y de todo punto inaceptable, es que, en 2023, por ser enfermera mujer, se normalice que tenga que soportar actitudes paternalistas, ninguneantes en muchos casos y, en muchos otros, hipersexualizadas, retrógradas, insultantes y totalmente denigrantes, sobre todo teniendo en cuenta que se producen en mi entorno laboral.

Durante la pandemia, bajo la ilusión de esos aplausos de las ocho de la tarde, hablando con las compañeras, además de ese deber cumplido, de hacer lo que en conciencia teníamos que hacer aunque ni las administraciones ni la sociedad muchas veces nos lo pusiesen fácil, nos quedaba la ilusión de que de una vez por todas se valorase nuestro trabajo como enfermeras.

Tres años después, lo único que quedan son palabras huecas, promesas incumplidas, algún que otro monumento y la misma ignorancia de lo que es y puede aportar una enfermera a la salud de las personas.

Tres años después, se siguen repitiendo comportamientos cavernarios que echan por tierra la pequeña luz de cambio que pensábamos prendería en la sociedad.

Tres años después, con tristeza, vemos que nuestra sociedad nos sigue visualizando como una profesión dependiente de otras, y sin autonomía para valorar, ver y actuar en nuestro campo de conocimientos propio, ¡que lo tenemos! Sigue sin ver que lo nuestro es la colaboración multidisciplinar y que, sin ser más ni menos que nadie, somos parte de un equipo al que aportamos una parte esencial para lograr los objetivos.

Tres años después, vemos que apenas si hemos avanzado en ese reconocimiento que como mujeres, sobre todo hoy 8 de marzo, y como enfermeras deseamos para nuestra profesión y nuestro colectivo.

Tal vez por eso mismo, tres años después, miles de mujeres enfermeras seguiremos luchando cada día para que, en el futuro, sea el orgullo que para nosotras es ser enfermera mujer.

¡Feliz 8 de marzo!

 

Mª José García Alumbreros, responsable de Soy enfermera

¡Ahora o nunca!

Si hay momentos que no hay que hay que dejar pasar porque sabes que no se volverán a repetir en muchos años, o incluso nunca, este es uno de ellos.

Después del momento más virulento de la pandemia, en el que como profesión enfermera hemos logrado que nuestro papel en la sociedad adquiera mayor visibilidad, nos toca hacer ver a esa misma sociedad, y a los distintos agentes políticos y gestores de todo tipo, que nuestra situación profesional es insostenible.

Tenemos la obligación y la oportunidad de hacernos oír y decirles, sobre todo a los que nos dirigen, que así no podemos continuar. Que es imprescindible tomar en serio a una profesión que ha demostrado, en las circunstancias más adversas, que a pesar del poco apoyo real y organizativo recibido a lo largo del tiempo es capaz de darlo todo, en muchos casos hasta su salud y su vida, por responsabilidad y compromiso profesional, incluso con unas condiciones laborales y profesionales insostenibles que han de acabar.

Nos sobran razones. La lista es interminable: contratos precarios, inestabilidad laboral, plantillas raquíticas en la mayoría de los centros sanitarios con el claro perjuicio que ello conlleva para la seguridad de los pacientes y los mismos profesionales, estrés, discriminación en la clasificación profesional, imposibilidad de adaptar los puestos de trabajo a las necesidades de las personas a medida que avanzan en su edad, larga vida laboral sometidos a riesgos laborales de todo tipo, agresiones, imposibilidad de retirarse anticipadamente a pesar del deterioro constatado de salud por esos mismos riesgos laborales, falta de desarrollo profesional… Motivos todos que justifican, cada uno de ellos por separado, que el próximo día 18 de junio, la profesión enfermera, unida, salga a la calle, alce su voz y exija que de una vez por todas que los distintos gestores dejen de aprovechar el compromiso que las enfermeras y enfermeros tienen con la población para obviar sus demandas.

Por ello, en bloque, sin distinciones, sin personalismos organizacionales, el 18 de junio, en Madrid, tenemos que salir a la calle, de la manera que las enfermeras y enfermeros sabemos hacerlo, sin causar perjuicio a nuestros pacientes, pero luchando para que nuestra voz sea escuchada, alta y clara y, sobre todo, unida, porque lo que nos jugamos es nuestro presente y sobre todo, nuestro futuro y el de los compañeros y compañeras que están por llegar. No podemos perder la oportunidad, es ¡ahora o nunca!

Defiende tus derechos y la sanidad:

  • Sábado 18 de junio
  • 11:00
  • Desde la Plaza de Jacinto Benavente hasta el Ministerio de Sanidad

Enfermeras para el futuro

Encaramos el Día Internacional de la Enfermera 2022 con ánimo confrontado. Por un lado, con todo el desánimo que nos produce ver cómo hemos pasado de ser “héroes imprescindibles” a la más absoluta relegación y olvido por parte de buena parte de nuestras administraciones y también de parte de la población que obvian nuestras necesidades, unas necesidades que en el fondo son las suyas como sociedad.

Por otra, con la fuerza adquirida que nos dejan los dos años de pandemia (esa que para mucha gente ya prácticamente ha finalizado pero que nosotros y nosotras sabemos que sigue ahí), en la que, como colectivo enfermero, hemos sido, y somos conscientes de nuestra fuerza y de que somos imprescindibles para dar sentido a un sistema sanitario que se resquebraja a pasos agigantados.

Y el 12 de mayo, Día Internacional de la Enfermera, es el momento ideal para reivindicarlo. Es el momento de mostrar a nuestra sociedad y a nuestros dirigentes que, además de estar al frente en todo momento, de luchar contra los enemigos invisibles y visibles en condiciones precarias, de anteponer el bienestar general al propio, también somos agentes de cambio, profesionales que trabajan para conseguir un futuro saludable que incide favorablemente en la salud y bienestar de las personas con los beneficios visibles y no visibles que ello conlleva.

También somos imprescindibles para lograr un futuro sostenible con nuestros conocimientos y nuestra gestión, con nuestra capacidad de adaptarnos y crecer aun en condiciones adversas y lograr un futuro equitativo e inclusivo, porque los principios de nuestra profesión así lo establecen y nosotras lo asumimos y creemos como principio básico al hacernos enfermeras.

Un futuro en el que, con nuestra aportación enfermera, somos motor de cambio e innovación con una finalidad única: que nuestra sociedad sepa reconocer la aportación que las enfermeras hacemos en su bienestar general y, recurriendo a ellas, no solo ante los problemas de salud sino también para la preservación de la misma, lograr un futuro mejor.

Somos una profesión, en general, muy desconocida para la ciudadanía que tiene un concepto equivocado de cuál es nuestro papel en la sociedad, a nosotros como profesionales nos corresponde hacerles ver lo que somos y lo que aportamos, nos corresponde hacerles ver que su seguridad en los centros sanitarios es una de nuestras prioridades y que para garantizarla nos faltan miles de enfermeras en nuestro país. Nos corresponde que sean conscientes de que las enfermeras, cada día, nos formamos, investigamos y enseñamos para ofrecer a la ciudadanía lo que mejor sabemos hacer, cuidar de las personas, de manera integral.

No hay mejor día que el 12 de mayo, nuestro día, para luchar con orgullo por nuestra profesión y no dejar que nos hagan invisibles, no dejar que nos ignoren. Por ello, únete y, en tu centro sanitario, reivindica lo que vales, lo que aportas y que las enfermeras somos imprescindibles para garantizar el bienestar de nuestra sociedad.

¡Orgullosa de cuidar de las personas, orgullosa de ser enfermera!

 

Mª José García Alumbreros, responsable de Soy enfermera

Nos queda tanto por hacer

Hace un par de días escuchaba una frase que se me quedó grabada. Siento no poder referenciar a su autora, pero prefiero no hacerlo a cometer un error.

La frase es que las mujeres no tenemos techos de cristal, sino, en muchas ocasiones, planchas de hormigón armado encima y, por desgracia, muchas de nosotras, en múltiples ocasiones, así lo hemos sentido y así lo seguimos viviendo.

Se da la paradoja de que mientras muchas de nosotras seguimos trabajando a diario, con cada uno de nuestros actos, para que no exista la discriminación y que las oportunidades, en todos los ámbitos, sean iguales para todos y todas y no se decanten a uno u otro lado por cuestión de género, observamos cómo aumenta una corriente social que niega que exista la diferenciación por género y aún peor, en la que muchas mujeres, y muy jóvenes gran parte de ellas, se sienten muy cómodas en ese papel secundario que les invita a ser barbies sin cerebro, objetos de exposición. Y me preocupa.

Menos mal que como enfermera trabajo en un sector que a ese respecto está evolucionando considerablemente. Las enfermeras, además de que hemos pasado a ser un colectivo multigénero, hemos dejado de ser las serviciales señoritas que debían obedecer con fe ciega a otro colectivo que era mayoritariamente masculino. Esa evolución sí la he vivido y puedo decir con orgullo que he colaborado para conseguirla. Las enfermeras, hombres y mujeres, somos miembros de un equipo multidisciplinar en el que cada uno aporta su conocimiento para lograr el bien común, el bienestar de nuestros pacientes. Está siendo duro, pero lo estamos logrando y seguro que en ello también ha influido que nuestro sector, el sanitario, se está feminizando a pasos agigantados.

Eso no quiere decir que no nos quede trabajo por hacer, el porcentaje de mujeres en nuestro sector con puestos de responsabilidad aún sigue siendo ridículo, y en el caso de las enfermeras casi ni detectable. Nos queda mucho trabajo por hacer, y al menos, yo, pienso seguir haciéndolo.

Estoy harta de que por declararme feminista se me tache de que estoy en contra del hombre y que en cada ocasión en la que soy más contundente en mis posicionamientos se me tache de feminazi. Tengo que reconocer que cuando alguna vez me lo han dicho no he podido evitar una sonrisa y un pensamiento, ya que, analizando las fuentes de las que han venido esos términos, solo puedo pensar “lo estoy haciendo bien”.

No sé si nuestras predecesoras o quien acuñara el término feminista se equivocó o lo hizo bien, el caso es que más de un varón, al que la neurona no debe darle para más, se empeña en hacer una asociación: si machismo es “malo” y el que es machista ningunea y discrimina a la mujer por su género, las feministas también lo somos, queremos atacarles y hacer lo mismo que ellos han hecho a la mujer en todas las etapas de la historia, ningunearlos y discriminarlos, y claro, ellos, hombres que se visten por los pies, no pueden consentirlo.

Menos mal que tengo que reconocer que, al menos en nuestra sociedad, hay muchos hombres que no piensan así, que ven en la mujer que está a su lado, en su vida o en su trabajo, a compañeras con las que trabajar codo a codo para lograr un futuro más igualitario para las mujeres. Y lo curioso es que, por hacerlo, ni les salen dos cabezas, ni se ponen verdes, ni les salen granos, ni se dejan de vestir por los pies. Son los compañeros, de trabajo y de vida, que las mujeres queremos, son las personas que no miran el género, son las personas que frente a ellos solo ven a otras personas iguales a ellos.

Sigo lamentando tener que celebrar otro Día Internacional de la Mujer porque nos hace conscientes del largo camino que nos queda por recorrer para lograr la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Me gustaría verla en todos los ámbitos y en todos los países, pero ya soy consciente de que no lo conseguiré. Es tanto lo que nos queda por hacer…

Cada año, al empezar el artículo para conmemorar este día, hago hincapié en que no abordaré la situación de la mujer más allá de nuestras fronteras y que, a pesar de todo, aquí tenemos una situación privilegiada.

Este año sí quiero dirigirme a ellas y dejar mis últimas líneas para solidarizarme con todas las mujeres que en estos momentos viven conflictos armados, y en especial con las enfermeras de esos países. Su vida, su lucha, su papel, su esfuerzo sí que tiene mérito, ellas luchan desde el frente y no desde un hogar cálido y cómodo. Ellas se enfrentan a las fatales consecuencias del más absoluto disparate humano sin saber si, al acabar su turno, su casa, su familia, seguirán en pie. Este año mi humilde homenaje como mujer y como enfermera es especialmente para ellas.

 

Mª José García Alumbreros, responsable de Soy enfermera

Enfermeras, cuidamos de las personas

Cuando elegimos nuestra profesión, unos en mayor medida y otros en menor, somos conscientes de que nuestra principal misión es cuidar de la persona más allá de la enfermedad que les pueda aquejar.

Desde el primer momento sabemos que cuidamos de María, de Pepe, de Antonio, de Luisa… y que sus hernias, úlceras, fracturas, etc., solo son accidentes transitorios que afectan en mayor o menor medida a su forma de vivir, y de los que también como enfermeras nos ocupamos.

Para nosotras como profesionales, lo más importante es que vemos más allá de las patologías que nos acercan a las personas y que, en muchas ocasiones, nos permiten detectar otros problemas de salud o necesidades de cuidados de los que, una vez superados los primeros, seguimos encargándonos.

Es esta forma de ver a las personas, de cuidar de ellas, la que ha hecho que el año transcurrido haya sido especialmente complicado para las enfermeras y enfermeros y que estemos pagando un alto precio por desempeñar nuestra profesión.

Este “annus horribilis” de la COVID-19 hemos dejado todas nuestras fuerzas en librar batallas que hemos perdido en demasiadas ocasiones. Hemos tenido que multiplicar el casi nulo tiempo que nos dejaba nuestra sobrecarga asistencial para cuidar de las personas en su faceta más personal y emocional y mitigar la soledad, la impotencia de verse enfermo y solo, aislados de ese soporte vital que es la familia o los amigos. Hemos sido conscientes de que, más que nunca, nuestro apoyo emocional era tan importante para ellos como muchas de las técnicas que les realizábamos y hemos compartido y vivido sus inquietudes, incertidumbres, dolor e impotencia.

Nos hemos llevado, de camino a casa, su dolor y el de sus familiares, porque éramos los únicos que podíamos estar con las dos partes y hemos celebrado cada caso en el que les veíamos volver a estar con sus seres queridos.

Y todo ello tiene consecuencias. Para nuestra desgracia no somos superhéroes con superpoderes ¡ojalá los tuviésemos!, sino que somos humanos, profesionales a los que la pandemia, y las raquíticas plantillas de enfermeras en la mayoría de centros sanitarios de toda España desde antes de que esta se iniciase, nos están poniendo en un nivel de estrés inaceptable que está mermando nuestra salud física y emocional.

Esta maldita enfermedad, como personas, nos ha robado parte de nuestro ser y de nuestra forma de vivir la vida a todos, pero como enfermeras y enfermeros nos ha hecho ser conscientes de cómo nuestros cuidados y la forma en que los prestamos, no es que sean necesarios, es que son imprescindibles para el conjunto de la sociedad. Solo hace falta que quien toma las decisiones sea consciente de ello y nosotros, como profesionales, tenemos que hacérselo ver y que deben emplear esfuerzos en cuidar del recurso más valioso de nuestro sistema sanitario: sus profesionales, sus enfermeras y enfermeros.

Se nos llena la boca, desde que iniciamos nuestro devenir profesional diciendo “soy enfermera” o “soy enfermero” y lo que es más llamativo es que, más allá de la jubilación, y hables con el compañero que hables, te sigue diciendo lo mismo. Se queda grabado en nuestro código genético durante toda nuestra vida. Cada año, da igual que se tengan 25, 35 u 80, se sigue celebrando este día, nuestro Día Internacional de la Enfermería, como una fiesta.

Y aunque a casi la mitad de nosotros con lo vivido en la pandemia de desprotección, falta de apoyo real de las instituciones y desinterés por solucionar nuestros problemas, se nos ha pasado por la cabeza en algún momento dejar nuestra profesión, seguimos aquí, cuidando de las personas y diciendo con orgullo “soy enfermera”.


Liderazgo femenino, liderazgo silencioso

Un año más, los deberes sin hacer. Llega el 8 de marzo de 2021 y por desgracia, tenemos que seguir celebrando el Día Internacional de la Mujer desde la desigualdad en las oportunidades, en los salarios, en la forma de enfrentar la vida, en la conciliación, en los techos de cristal y desde un costumbrismo lejano a la igualdad.

2020 ha sido un año especialmente difícil para la igualdad de las mujeres. Ha sido un año en el que la COVID-19 ha destruido empleo, ha acrecentado las desigualdades, ha sometido a muchas mujeres a situaciones límite difícilmente superables. Pero también, 2020, ha puesto en valor el trabajo de miles y miles de mujeres, las enfermeras, que han dado un paso adelante para luchar contra la pandemia en todos los lugares del mundo. Mujeres que han demostrado su ingenio para multiplicar recursos, organizar respuestas sanitarias y humanas en un sistema sanitario desbordado, mujeres solidarias con el dolor ajeno, con la presión social, con el desánimo generalizado y el miedo que se está sufriendo. Mujeres, al fin y al cabo, que de manera silenciosa, han cogido la bandera y han sido el baluarte al que seguir para hacer frente a este enemigo invisible que ha arrasado miles de vidas.

Reconocer el trabajo de los millones de mujeres enfermeras en el mundo no significa que menospreciemos el trabajo de nuestros compañeros hombres, todo lo contrario, como colectivo hemos sido capaces de demostrar el compromiso inquebrantable que como profesionales enfermeros tenemos con la sociedad, con las personas, pero sí que está claro que somos más del 80% mujeres, aquí en España y en el resto del mundo, y que a la hora de luchar contra la covid lo hemos hecho con ellos desde la igualdad: igualdad en riesgos, igualdad en esfuerzo, igualdad en sacrificio, igualdad en dolor, igualdad en compromiso…

Enfermería somos un colectivo que demostramos, día a día, que la igualdad es posible y que no supone amenazas, menosprecios ni distinciones, demostramos con nuestro trabajo y responsabilidad que lo primero es luchar contra el enemigo común, contra la amenaza invisible, y ganar la batalla. Lo conseguiremos.

Por desgracia la situación es totalmente distinta en otros ámbitos y es por ello que hoy, Día Internacional de la Mujer, en un año especialmente complicado, no podemos dejar de mandar, de manera virtual, un fuerte abrazo a los millones de mujeres que en materia de igualdad están peor que nosotras, a todas las que desde su ámbito también han dado un paso al frente para luchar contra la pandemia, a todas las que nos hacen los días y la vida más sencilla con su trabajo y muy especialmente a todas las que han sido capaces en la pandemia de mantener a su familia sufriendo situaciones que ninguna mujer, ninguna persona, debería vivir nunca.

Quiero seguir creyendo en un mundo en igualdad, donde las capacidades no se miren en función del género, donde las mujeres no tengan necesidad de romper ningún techo y donde la sociedad valore adecuadamente la capacidad de liderazgo de la mujer en el ámbito que corresponda. Y quiero vivir en un mundo en el que, para poder luchar por un puesto de trabajo, por un objetivo, se deje de mirar el género de la persona. Por ello, y en lo que yo pueda, como mujer, como enfermera, seguiré trabajando para que el día ocho de marzo no sea una reivindicación sino la celebración de un logro conseguido.

Enfermería: profesión y rol de género

Cuando estudié enfermería, nos hablaban del concepto de la doble presencia femenina en la sociedad, tras la incorporación de la mujer en el mercado laboral. Vamos, que tenía que trabajar y además hacerse cargo del cuidado de sus seres queridos, tareas domésticas incluidas; para volverse loca. Lo podrían haber denominado «la presencia total femenina».

Hoy, en 2020 y 20 años después de descubrir este concepto, sigo analizando con detenimiento los roles sociales, ligados al género, porque considero que son un determinante de salud.

En Estados Unidos, tienen leyes que protegen a la ciudadanía de actuaciones racistas, pero sabemos que no por ello se ha acabado con el racismo.

Con la cultura machista, pasa algo similar. Se implementan leyes que pretenden eliminar la brecha en derechos entre hombres y mujeres, pero no por ello se consigue eliminar el machismo. Estamos enculturizados en el machismo y eso no hay ley que lo cambie de la noche al día.

La mujer, en su rol femenino, siempre ha ido ligada a actitudes de colaboración, cooperación, comprensión, obediencia, laboriosidad, cuidado de los demás… Conceptos, que si es usted enfermera (tanto si es hombre como mujer) le serán familiares, porque se le han otorgado como una serie de aptitudes para ser una buena profesional. Claro está, el rol de cuidar siempre se ha ligado a la feminidad y la Enfermería es una profesión feminizada. Machismo sobre machismo, me vuelve a venir el concepto de la doble carga femenina otra vez a la cabeza.

La Enfermería hoy por hoy, y tras los esfuerzos de muchos años (doble presencia incluida) de millones de enfermeras, es una profesión de formación universitaria, con competencias y campo de conocimiento propios; considerada arte y ciencia. No por eso, las enfermeras disfrutan de la autonomía y consideración que debieran. Como bien sabéis, los problemas de salud son multifactoriales y el abordaje debe se multidisciplinar, hay que trabajar en equipo. Por desgracia, en los equipos de trabajo existen roles ligados al género. Por ejemplo, la medicina es una profesión que siempre ha sido masculina y se ha enculturizado en ese rol de actitud dominante, por mucho que ahora trabajen mayoritariamente mujeres. Y la Enfermería sigue en su rol ligado a la feminidad de obediencia y colaboración: el médico ordena y la enfermera obedece; un clásico.

Muchos son los equipos de trabajo, que han identificado este problema y trabajan codo con codo para que todos sus miembros ejerzan su profesión en plenas facultades, sin actitudes dominantes, favoreciendo la autorresponsabilidad del profesional sobre su ejercicio, enriqueciendo en conocimientos al resto de sus compañeros y compañeras y así aumentando la efectividad y calidad asistencial. Desgraciadamente no es así en todos los centros de trabajo.

Tampoco favorece que el salario también esté ligado a ese rol femenino. Una enfermera tiene un mínimo de formación de Grado Universitario. Por ejemplo, la Psicología es un Grado universitario, igual que la Enfermería. Esta carrera antes de la reforma del Plan de Bolonia era de 5 años y como bien sabéis, actualmente todas las carreras son de 4 años, excepto Medicina, Odontología y Veterinaria, entre otras.

Históricamente la Psicología ha sido una carrera desarrollada por hombres, por tanto, ligada al rol masculino. Hoy en día y pese a que los años de formación universitaria son los mismos, la Enfermera cobra menos que un Psicólogo. Le podrán decir que esto es porque no han adecuado el salario de las enfermeras al Grado universitario de 4 años, pero llevamos una década con esta situación y los gestores se niegan a arreglar esta brecha salarial, por una cuestión, en su esencia, puramente machista.

En resumen, queda mucho trabajo por hacer, pero que no la confundan, usted ejerce una profesión ligada a la feminidad y cualquier discriminación que reciba no dude de que se trata de un acto machista, y por lo tanto un acto violento que se debería erradicar.

Ivan Martínez Moya

Infermer de Familia i Comunitària

CAP Sant Llàtzer, Terrassa